Nuestra perra vivió sus 16 años a nuestro lado, se mantuvo muy bien y en forma, con sus 12 años
caminaba a nuestro lado con un ritmo envidiable, aunque su rendimiento comenzó a bajar
en todos los aspectos, pero vivimos su vejez con mucho cariño, fue una perra buena y dulce
incluso cuando casi no veía y ya no nos escuchaba.
Un perro se convierte en adulto con 6 o 7 años, cuando cumple los 10 años,
según la raza y tamaño, ya comienza su declive y se va convirtiendo en un perro
anciano al que hay que vigilar más, aumentar las visitas al veterinario y
quizá haya que cambiar su alimentación y algunos hábitos.
Si un perro está acostumbrado a caminar varios kilómetros al día, seguramente
debamos acortarlos, ya que va perdiendo habilidades físicas y ya no son tan activos.
Los perros de razas pequeñas viven más pero los síntomas de la vejez son los mismos para todos,
disminuyen sus sentidos, pierden agudeza en el oído y en la vista, hasta quedarse ciegos y sordos,
muchos pueden tener incontinencia urinaria, en algunas partes su pelo se vuelve blanco y
su piel se endurece creándose callos.
Hay que observar la dentadura, porque aparecen caries y sarro en los dientes,
y tendremos que llevarlos al veterinario a hacerles limpiezas dentales con más asiduidad.
Los perros se vuelven más dependientes por los cambios que están teniendo,
encuentran más dificultades y piden una atención más tranquila y especial de la familia,
hay que ser más pacientes con ellos, les dejaremos descansar más tiempo.
Los perros ancianos son encantadores, no mueven la cola y se muestran tan efusivos cuando nos ven,
pero se quedan a nuestro lado mirándonos tranquilamente, muy cercanos y nos provocan una
ternura inmensa, en un momento recordamos cuando llegó a casa, como nos robaba los calcetines
de la habitación y se los metía en su cuna, como aguantaba paseos interminables,
como ha pasado más de 15 años con nosotros y crecido con nuestros hijos,
y nos hecho mejores personas, nunca jamás los olvidaremos, la perrita de la foto es nuestra Valentina.